La inevitablemente blanca, sabe su perfección. Bebe en la fuente
y se bebe a sí misma y se adelgaza
cual un poco de brisa en una lente
que recoge el paisaje.
Es una simpleza cerca del agua.
Inclina la cabeza con tal dulzura,
que la escritura desfallece
en una serie de sílabas maduras.
Carlos Pellicer